Ascensión del Señor - C

ASCENSIÓN DEL SEÑOR - C
(en preparación)
Lecturas: Hechos 1, 1-11/ Salmo 46 "El Señor asciende entre aclamaciones/Efesios 1, 17-23/Lucas 24, 46-53.
Solemnidad

Hoy celebramos la fiesta de la ascensión del Señor, lo más significativo de esta celebración es el encargo de Cristo Resucitado a la Iglesia; más bien resulta ser -al escuchar las lecturas- un llamado a no quedarnos perplejos en mirando al cielo, sino convertirnos en discípulos y misioneros de quien es la Vida y la Verdad.

Hemos escuchado la primera lectura de los hechos de los apóstoles, que es la continuación del evangelio de San Lucas, coincidente con este domingo, si ponemos atención el Evangelio termina con el mismo relato que se inicia el libro de lo hechos de los apóstoles. Hemos escuchado el relato de la ascensión del Señor, Jesús -Resucitado-, luego de haber compartido durante cuarenta días, asciende a los cielos, vuelve junto al Padre de donde ha venido, pero más que subir, es una vuelta al Padre, y un permanecer en su Iglesia, por medio de la promesa del Espíritu Santo.

Significativo es escuchar en estas dos lecturas, la fuerte alusión al Espíritu Santo, tan presente en Lucas; es el Espíritu el que da la vida, es el continuador, es el abogado, como nos lo presenta San Juan; el Espíritu Santo es que le otorga el dinamismo a la Iglesia, es la fuerza que permite avanzar y proyectarnos ya en el tercer milenio de la historia de la fe.

Otra invitación concreta, es la que hemos escuchado en la segunda lectura, san Pablo a los Efesios, hace en primer lugar una confesión trinitaria al inicio de la lectura, para luego, dar paso a un desarrollo netamente cristológico, lo cual debe mover a los creyentes a una mayor entrega, reconociendo siempre que Cristo fue construido por Dios, sobre todo (es lo que celebramos al recordarlo como Cristo Rey).

Hermanos y Hermanas, que importante es hoy, frente a un mundo cada vez más alejado de Dios, por el individualismo, la soberbia confianza en si mismo, poder mostrar el rostro del Señor resucitado; la invitación a bajar la mirada, que nos puede dejar perplejos e indiferentes, y ponerla en la realidad, donde hay que dar un testimonio real y convincente.

Que con esta confianza nos acerquemos cada vez más a la gloria prometida -el cielo- del cual Cristo -nuestra cabeza- participa junto al Padre en la mutua comunión del Espíritu Santo, que se nos da constantemente a cada uno de nosotros. ASI SEA.