JORNADA PJM ZONA - SUR... CHILLÁN 3 DE JULIO 2010

Pastoral Vocacional Mercedarios de Chile

Profesión de Votos Solemnes - Fr. Rodrigo Aguilar Gómez - 10 de Octubre de 2008

domingo, 18 de marzo de 2007

REFLEXIÓN 5to. DOMINGO DE CUARESMA - C.

REFLEXIÓN 5to. DOMINGO DE CUARESMA - C.

25-Marzo-2007 /Isaías 43, 16-21/Salmo 125/Filipenses 3, 8-14/
Juan 8, 1-11.
Por: Fr. Rodrigo Aguilar Gómez O. de. M

Celebramos en este día el último domingo de la Cuaresma, tiempo en cual nos hemos introducido en la dinámica de la conversión como camino hacia los misterios que prontamente vamos a vivir, de manera especial la Pascua del Señor.

La liturgia de la Palabra, nos ha iluminado en este aspecto, dándonos a entender que la conversión es necesaria, si de verdad, tenemos puesta nuestra esperanza en el Señor, que ha hecho grandes cosas con nosotros, como nos invitaba a reflexionar la antífona del salmo 125.

Adentrándonos en las lecturas que hemos escuchamos, podemos decir que, en la primera lectura (Isaías 43, 16-21) la invitación es a reconocer que Dios, siempre obró maravillas por su pueblo, pero que hay que poner la mirada, ya no en las cosas pasadas, sino en la novedad que Él hace en el aquí y ahora de la historia; esta imagen de la lectura, es para nosotros la invitación a poner nuestra mirada en las cosas actuales, pues, la salvación es para nosotros ahora, pero para ello, para que hayan ríos en las estepas de nuestro corazón y caminos en el desierto de nuestras vidas, se hace necesaria la conversión del corazón. En esta misma línea, nos ilumina la segunda lectura (Filipenses 3, 8-14), pues debemos reconocer lo inmenso que es Cristo, estamos llamados a caminar hacia delante, sin quedarnos en el pasado, es decir, la invitación es a fundar nuestra conversión en la esperanza de caminar de manera renovada, orientados hacia la meta final que nos es otra que Cristo, quien se entregó por nosotros.

A la luz de la dos lecturas, entremos en el mensaje del Evangelio de hoy (Juan 8, 1-11), situémonos en la escena que el evangelista nos presenta, Jesús, en el templo enseñando, en este contexto lo fariseos -hombres cumplidores de la ley- y los escribas -conocedores de la ley- quieren poner a prueba a Jesús, y le presentan a una mujer que había sido sorprendida cometiendo adulterio -pena horrible para los Israelitas, según la ley de Moisés-; frente a este cuadro, lo que sorprende a cabalidad es la actitud y la pedagogía de Jesús, o mejor dicho la misericordia que tiene para con el pecador o el que ha faltado. Jesús no condena, no reprende, no juzga, no humilla -como lo hacen los aferrados ciegamente a la ley-, Jesús se fija en la miseria y desde ahí es capaz de mostrar misericordia, compasión, amor. Claramente les hace saber a estos hombres, que es muy fácil juzgar o condenar las actitudes de los demás, pero, cuando se les invita a lanzar la primera piedra, nadie lo hace, en todos está presente el pecado, que impide condenar a otro. Finalmente Jesús, cuando queda a solas con la mujer, le señala algo que debemos tener siempre presente en nuestras vida, que por sobre el juicio, está la misericordia, misericordia que se da a conocer por la evidente conversión de la mujer, que sabiéndose pecadora, estando en el suelo, siente el amor de Jesús y se da cuenta de que nadie la condena. Esta es la mejor manera convertir a las personas, confiando en ellas, mostrándoles el camino de la conversión y no de la condenación, quizá era más rápido apedrearla, que mostrarle el amor. Como cristianos estamos llamados a ser misericordiosos con aquellos que están lejos, no podemos seguir condenando y sintiéndonos, dueños de las piedras, tenemos que recocernos muchas veces aquellos hombres y mujeres que estamos en el suelo de nuestra miseria personal, esperando la misericordia de Dios que nos restituye a la vida, a la comunidad, al amor.

Que al decir en la Eucaristía, Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya, bastará para sanarme, nos sintamos con el compromiso de una conversión constante. Al Señor de la misericordia, sea el honor y la alabanza, por los siglos de los siglos.

lunes, 12 de marzo de 2007

Reflexión 4to.Domingo de Cuaresma (Laetare)

REFLEXIÓN 4to. DOMINGO DE CUARESMA - C (Laetare). 18 -Marzo - 2007

Josué 4, 19; 5, 10-12
Salmo 33
2da. Corintios 5, 17-21
Lucas 15, 1-3. 11-32

Por: Fr. Rodrigo Aguilar Gómez O. de. M
Hoy celebramos el cuarto domingo de Cuaresma, ya hemos recorrido gran parte de este hermoso y significativo tiempo y, en este día, la liturgia nos invita a vivir la Alegría (Laetare), esa es la primera palabra que la antífona de entrada nos ha destacado, y que da sentido a esta celebración. El que sea de la Alegría, tiene relación a que antiguamente, hoy era un día especial, donde menguaban un poco las intensas penitencias, es decir, había una especie de oasis “festivo”. Esto, en la actualidad, lo podemos analogar a la experiencia de la Alegría -a modo de balance- que produce o ha ido produciendo una buena conversión, o por lo menos los pasos significativos que hemos dado en este aspecto.
Y la liturgia de la Palabra que hemos escuchado, también nos ilumina en esta línea; ya en la primera lectura (Jos 4, 19; 5, 10-12), podemos percatarnos de la profunda Alegría que experimenta el pueblo escogido, de entrar en la tierra prometida, y celebrar la Pascua, es decir, ese pueblo que ha sido infiel, que le ha fallado a Dios en el camino por el desierto, finalmente llega a la tierra -a poseerla en herencia-. Esto refleja la misericordia y el amor gratuito de Dios y cómo Dios no olvidó la promesa o la alianza pactada. En esta misma perspectiva, se nos presenta el Evangelio de hoy (Lc 15, 1-3. 11-32), con las figuras del Padre misericordioso y del hijo que se convierte de su mal camino; pero, centrémonos en la figura del hijo, y esto nos servirá a cada uno de nosotros, pues, el hijo que regresa, es imagen de esa constante relación que nosotros tenemos con Dios: de Pecado e Infidelidad y de Amor y Perdón, mediada por la conversión. El hijo experimenta esa sensación de pecado cuando está fuera del padre, siente que le ha sido infiel, pero, en medio de ello está la actitud del cambio de vida, que es la Conversión, el darle otro sentido a su mala conducta y volver a lo que él había perdido, que era la comunión con el padre; y regresa donde su padre. El hijo pródigo al volver encuentra lo que Dios en definitiva, nos entrega a nosotros también, que no es otra cosa que la infinita misericordia que nos tiene, y que se refleja en el Evangelio con el gesto de salir al encuentro del hijo, y por otro lado el perdón, que es el gran amor de Dios volcado hacia el hombre arrepentido. Así mismo, la segunda lectura (2Cor 5, 17-21) nos da claridad al entender que este amor-perdón de Dios, se ha logrado, ya que Cristo nos ha reconciliado con el Padre, y por eso nosotros estamos llamados a ser nuevas criaturas por el camino de la conversión hacía Cristo.
Finalmente que nuestro cambio de vida, no sea sólo exterior, sino que sea de verdad reflejo de nuestro interior, de lo contrario nos quedaríamos en lo externo, que si no viene del corazón es vacío.
Que la eucaristía que celebramos, sea signo de nuestro querer convertirnos día a día de todo aquello que nos aparta de Dios y nos aleja de la comunión con él; y que nosotros, volviendo al Padre, lo sintamos mucho más cerca nuestro, pues, nos espera con los brazos abiertos. Es la experiencia que vivimos en el sacramento de la reconciliación, donde sentimos la misericordia de Dios en nuestras vidas. Al Señor que nos invita a la conversión, sea todo el honor y la honra por los siglos de los siglos. Amén

miércoles, 7 de marzo de 2007

Reflexión 3er.. Domingo de Cuaresma

REFLEXIÓN 3er. DOMINGO DE CUARESMA - C.
11 -Marzo - 2007


Éxodo 3,1-8a.10.13-15 /Salmo 102 /1era. Corintios 10, 1-6.10-12 /Lucas 13, 1-9
Por: Fr. Rodrigo Aguilar Gómez O. de. M

En este Domingo, tercero del tiempo de la Cuaresma, la liturgia nos invita a profundizar mucho más sobre el tema de la Conversión, que más bien debemos entenderla en el sentido netamente personal, sin dejar de lado la dimensión comunitaria, ya que la conversión siempre estará enfocada al cambio de vida que logramos realizar, a favor o en bien de los otros.
Y la liturgia sabiamente nos introduce hoy en este tema; ya la oración colecta de la misa nos quiere enseñar a descubrir que el amor de Dios por nosotros, se hace pleno en la medida que realicemos una sincera conversión (es decir, cambio de vida), pues en la medida en que nos abramos al arrepentimiento, podremos entrar en la dinámica del perdón, el cual es dado por el infinito amor de Dios.
En esta línea de la conversión -como palabra o concepto clave- las lecturas que hemos escuchado nos iluminan a tener más claridad aun en este aspecto. Ahora si bien partimos por la segunda lectura (1Cor 10, 1-6.10-12) y, reteniendo la última frase, podemos entender que nuestra conversión o el encaminarnos hacia ella, no es cosa que se realiza por inercia, sino que es un proceso constante y continuo, pues, nuestra condición humana, siempre nos puede hacer caer una y otra vez, en las mismas faltas; por eso la conversión o el deseo de ella, no nos puede sumir en la seguridad de sabernos perdonados, ya que, teniendo esta actitud, se nos puede endurecer el corazón, a la vez que nos cerraríamos a la misericordia de Dios. En esta línea, se nos propone la primera lectura (Ex 3,1-8a.10.13-15), pues, la vocación de Moisés, es el reflejo más evidente de que la conversión o el cambio de vida no es nada fácil, pero que, cuando se asume siempre será en vista a un bien mucho mayor; es la experiencia de la Alianza en favor del pueblo, alianza que necesita la audacia y valentía de Moisés, pero que se plenifica con Cristo, que es el mediador ya no de la antigua alianza, la Abraham, Isaac y Jacob, sino de la nueva alianza que se inaugura en la cruz, con la entrega del mismo Hijo de Dios, pero que ha tenido como telón de fondo todo el desarrollo del Antiguo Testamento. Esta es la tarea que nos queda a nosotros, pues, estamos llamados a vivir esta alianza nueva teniendo presente o mirando “al que Traspasaron”, Cristo, como nos invita el papa Benedicto XVI en su mensaje de cuaresma. Siguiendo lo anterior, el Evangelio (Lucas 13, 1-9) quiere ser un reflejo para que podamos entender que la conversión o el pecado no es herencia que nos llega gratis, sino que, requiere de nosotros para que se haga efectiva, por eso que se necesita el corazón arrepentido donde debe alojar una verdadera conversión. Por otro lado no podemos desconocer que somos como esas higueras, que muchas veces por nuestra miseria estamos al borde de que nos corten, pero que, por nuestra conversión, quizá seremos defendidos por aquel sabio viñador, que no es otro que Cristo vivo, que espera siempre que el hombre, es decir, que nosotros, demos frutos; y el mayor fruto en este tiempo de gracia, será la ofrenda real, concreta y significativa de una necesaria y verdadera conversión, no sólo para sanar la conciencia, sino para dar fruto abundante que se vea reflejado en la actitud hacía el prójimo, al cual debemos evangelizar con el testimonio, más que juzgar con el rigorismo de la ley que si no se fija en el sufrimiento ajeno, es muerta.
Que al rezar juntos la oración del Padre nuestro en la Eucaristía, nos recordemos que muchas veces le pedimos a Dios que nos perdone, pero: ¿estamos cumpliendo la misión de perdonar de verdad? Al Señor, todo el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amen.

proyecto Angola

Estudiantado Mercedario "Arzobispo Valenzuela" Chile / Semana Vocacional 2008

Canto de la Salve -1era. misa de Fr. Ramón

Recibí los ministerios de Lector y Acolito; acompañado de la cdad local y mis hnos.

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